Coro Parroquial de Esteiro

Gozos a Nuestra Señora de Cillas

Gloria, gloria a María cantemos,
poseídos de santa emoción;
gloria, gloria a la Virgen de Cillas
repitamos con viva expresión.
En la patria del mártir Lorenzo
confesemos la fe, que es blasón,
y el emblema más puro y brillante
de este pueblo del Alto Aragón.

Oscenses peregrinos,
amantes de María,
en santa romería
sin tregua suplicad.
Al pie de sus altares
haced fervientes votos,
pidiendo muy devotos
que cese la impiedad.

Que muera la blasfemia,
repitan mil protestas,
y cese de las fiestas
la vil profanación;
que nuestras santas leyes
no encuentren resistencia,
no más indiferencia
en punto a religión.

Que triunfe ya la Iglesia
del odio y saña impía,
y al grito de «María»
sus hijos por doquier,
izando con denuedo
bandera inmaculada,
a nuestra España amada
veamos renacer.

Si en la nación ibérica
peligra el cristianismo,
si imperan con cinismo
el odio y el error,
de aqueste mal soberbio
en tempestad bravía
el ancora es María
y puerto salvador.

La patria de Lorenzo
que tiene por divisa
ser dócil y sumisa
cual otra, en religión,
porque el deber le llama
irá a ponerse al lado
y hará con su prelado
unánime oración.


Un Santo Jubileo
la Iglesia nos ofrece;
el papa León XIII,
con eco paternal,
invita a esta gran fiesta
y exige parte activa,
con actos de fe viva
al mundo en general.

En romería espléndida,
oscenses, arribemos,
y en Cillas consagremos
entero el corazón;
a nuestra tierna Madre
hagamos esta ofrenda,
pidiendo nos defienda
y otorgue protección.

Felices nuestros padres,
aquí también oraron,
en Cillas te invocaron,
estrella de la mar;
de aquellos ascendientes
su celo, fe y constancia
con gran perseverancia
queremos imitar.

De antiguo los prelados,
varones eminentes,
los Juanes y Clementes
con celo y caridad,
a nuestra Santa Virgen
el alma y vida ofrecen
y en Cillas enriquecen
su templo y Hermandad.

De Huesca, en la cercana
risueña y fértil Hoya,
su bella y rica joya
se quieren disputar
los hijos de los pueblos,
con esa fe constante
y amor perseverante
que siempre es de admirar.

Pendientes de sus naves,
evocan sus pendones
antiguas tradiciones
de gloria y esplendor;
al contemplar tus hijos
tan grandes maravillas,
a ti, Virgen de Cillas,
te invocan con amor.

A Cillas, pues, volemos,
a ver tanta hermosura
en alas de fe pura
y en apretada unión;
los ojos levantemos
al cielo en esa ermita
y atentos a la cita
para impetrar perdón.

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